sábado, 14 de enero de 2012

.LEYENDA SOBRE RUEDAS: ¿CÓMO SE CREARON LOS AUTOMÓVILES?.

POR: Fabián Matías Rossi.

Algunas personas en los Estados Unidos suelen considerar de manera muy equivocada que el Ford T fue el primer automóvil de la historia. Lejos de desmerecer la importancia histórica de aquel modelo, que luego vamos a detallar detenidamente, lo cierto es que cuando aquel popular automóvil americano salió a la venta, en el continente europeo ya tenían muchísimas décadas de experiencia en la fabricación de vehículos autopropulsados.

Imagen del CHARRIOT, construido por Nicolas - Joseph Cugnot en 1769.

Los verdaderos orígenes de los automóviles son un verdadero misterio, algunas personas sugieren que en los cuadernos de Leonardo Da Vinci se encuentran los planos de un vehículo autopropulsado con 4 ruedas motrices, mientras que otros historiadores afirman que el belga Ferdinand Verbiest inventó un coche autopropulsado por vapor en 1672 durante sus misiones jesuitas en China. Sin embargo, ninguna de aquellas leyendas cuentan con pruebas cabales que acrediten la construcción de sus máquinas, por ese motivo se considera universalmente que el primer vehículo autopropulsado de la historia fue diseñado por el francés Cugnot en 1769. Aquel modelo, llamado “Charriot”, era un vehículo de tres ruedas impulsado por un motor de vapor y fue creado para fines militares. De ese modelo se construyeron algunos ejemplares hasta 1771, algunos de los cuales sobreviven en diferentes museos del mundo, pero la falta de apoyo económico le impidió al francés continuar desarrollando su invento. El detalle curioso es que aquel vehículo contaba con tracción delantera, una solución usada en la mayoría de los vehículos actuales.

Nicolaus Otto, construyó en 1867 el motor que lleva su nombre y que fue el punto de partida para la creación de la industria automotriz.

En los siguientes años en el continente europeo se estaban creando los primeros motores para usos industriales. El francés Alphonse Beau de Rochas enunció los principios básicos de lo que hoy conocemos como motor de 4 tiempos, esas teorías fueron llevadas a la práctica por el belga Jean Joseph Etienne Lenoir que logró construir el primer motor de combustión interna de la historia. Aquella máquina funcionaba con gas y tenía muchísimos problemas de diseño que lo hacían muy ineficiente. Muchos ingenieros europeos trabajaban intensamente en la búsqueda de las soluciones, hasta que el alemán Nicolaus August Otto presentó en 1867 un motor que lograba disminuir muchos de sus defectos, dando origen a lo que hoy conocemos como motor “ciclo Otto” de encendido por bujías, pudiendo funcionar con combustibles como nafta, kerosene o gas. El motor estaba destinado a fines industriales, pero en los años siguientes los alemanes Karl Benz y Gottlieb Daimler trabajaban por separado en la aplicación de motores ciclo Otto para impulsar vehículos que reemplazarían a los carruajes de tracción a sangre, siendo los fundamentos básicos para la creación del primer automóvil de la historia. En efecto, fue Benz el primero que patentó su triciclo en 1885, sin embargo algunos historiadores afirman que Daimler se le había adelantado en la construcción de su vehículo. De una u otra manera, ese detalle actualmente solo se trata de una anécdota histórica ya que ambos pioneros fusionaron sus empresas a partir de 1926 dando origen a la empresa Daimler-Benz AG (fabricante de Mercedes-Benz), que en 2011 pudo festejar, sin ningún tipo de discusión, los 125 años de la creación de los automóviles.

Las vueltas de la vida hicieron que los hombres que crearon los automóviles a fines del siglo XIX, fusionaran sus empresas a partir de 1926.

Imagen del triciclo de Benz de 1885, considerado el primer automóvil de la historia.

En los últimos años del siglo XIX, en 1893 para ser exactos, un franco-alemán llamado Rudolf Diesel diseñaría un novedoso motor capaz de funcionar con un combustible más económico, el gasoil. Este motor era más eficiente que el de ciclo Otto, ya que inyectaba el combustible en fase de compresión provocando la ignición por las altas temperaturas alcanzadas, de esa manera se lograba convertir una mayor cantidad de combustible en trabajo mecánico. Esta máquina era muy eficiente para uso estacionario, principalmente como generador. Por sus características técnicas, tenía una construcción más robusta y un mayor par motor que los motores ciclo Otto, por lo cual fue adoptado en los siguientes décadas para la industria del transporte. Como dato anecdótico, los primeros motores ciclo diesel en los automóviles aparecerían recién en 1936 de la mano de los Hanomag Rekord y Mercedes 260 D, pero no fue hasta la llegada del Mercedes 170 D de 1949 donde la motorización pudo demostrar todas sus ventajas en un coche de pasajeros, ganando muchísima popularidad y aceptación.

Rudolf Diesel murió en la ruina en 1913 sin poder vislumbrar la gran revolución que causaría su motor en la industria automotriz, principalmente para el transporte.

Volviendo a la historia, en aquellos años con la llegada de los primeros constructores de automóviles de distintos rincones del continente europeo, nacerían también las primeras competencias. La primera de ellas fue la París-Rouen de 1894 que fue organizada por el periódico francés Le Petit Journal. Al año siguiente, nacería en Gran Bretaña la primera publicación dedicada exclusivamente a los automóviles: The Autocar. 
Toda esa gran industria generada en el continente europeo, donde estaban naciendo muchas empresas como Fiat, Renault u Opel, motivó a un estadounidense de ascendencia irlandesa llamado Henry Ford que en 1903 quiso explotar el mercado de su país. En aquel momento el automóvil era una pieza completamente de élite, ya que su fabricación era muy lenta y requería de personal altamente calificado para su construcción, motivo por el cual su precio de venta era muy elevado. La visión de Ford era completamente opuesta, ya que éste se centro fundamentalmente en la organización del trabajo para permitir bajar los costos de fabricación al mínimo posible y así poder llegar a una clientela masiva. Los conceptos del visionario americano fueron completamente revolucionarios y su sistema de fabricación en serie, conocido como “método Fordista”, reinventó la forma de trabajar en las grandes industrias y sigue vigente hasta la actualidad. Éste se basaba en una línea de producción continua, donde el producto se deslizaba a través de la misma sin detenerse. En los alrededores de aquella cadena de montaje se encontraban pequeños grupos de trabajadores, a los que se les asignaba tareas muy simples y sencillas, como colocar una determinada pieza o ajustar otra. La productividad era la principal cualidad del sistema, hasta punto tal de fabricar sus autos exclusivamente en color negro ya que esa pintura garantizaba un secado más rápido. 
Con todos esos ingredientes, en 1908 el Ford T puso la piedra fundamental para la industria automotriz actual, ya que fue creado con el fin de ser un automóvil completamente accesible para la clase trabajadora, llegándose a vender a un precio muy bajo de tan solo U$S 360. El éxito de ventas fue de una magnitud desmesurada para la época y se mantuvo en producción hasta 1927. En sus dos décadas de vida se vendieron alrededor de 15 millones de unidades en todo el mundo, siendo el auto más vendido de la historia hasta que en 1972 el Volkswagen Escarabajo fue el primer modelo que logró superar esa marca. Pero esa es otra historia…

Henry Ford junto al modelo T, el coche que reinventó la industria automotriz para siempre. Fue el primer auténtico coche popular de la historia.

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